Las instituciones y las empresas están organizadas en la práctica de acuerdo con una lógica modular y jerárquica. Modular porque están divididas horizontalmente por departamentos, a partir de agrupamientos por conocimiento especializado respetando el principio de división del trabajo, y jerárquica porque despliegan verticalmente una estructura de poder y control en varios niveles.

Ya se habló de la importancia fundamental de la organización por funciones departamentales y de la imperiosa necesidad de compensarla con procesos integrados. Ahora es el momento de encontrarle también un sentido a la estructura jerárquica por niveles. Tanto una como otras encuentran su justificación en la inconmensurable complejidad de la realidad derivada del fenómeno de la inmensidad de la combinatoria.

La inmensidad de la combinatoria:

Las interacciones posibles entre los elementos que componen un objeto cualquiera tienen, sorpresivamente, dimensiones escalofriantes. Se puede hablar sin miedo de una avalancha de interacciones. Así, por ejemplo, las combinaciones de las veintisiete letras del alfabeto permiten la conformación de infinidad de palabras y las escasas ocho notas de la escala musical no han agotado aún su capacidad de generar melodías. Las combinaciones de seis teclas de un equipo electrónico permiten la creación de nada menos que setecientas veinte funciones diferentes. Ni que decir de la programación de la producción de varios productos que comparten varias máquinas; difícil de resolver. O de las combinaciones posibles de los procesos en un sistema que no sigue secuencias ordenadas sino patrones de relacionamiento.

Recurriendo a la matemática combinatoria se puede tener una idea de la dimensión de la inmensidad de la combinatoria. En un conjunto simple de siete elementos, donde cada uno de ellos se relaciona con los otros seis también de manera sencilla mediante relaciones bidireccionales binarias, es decir que pueden estar o no activas, el número de estados posibles asciende a 4.398.046.511.104. Al ser siete elementos que se relacionan con otros seis, el número total de relaciones, que surge de multiplicar siete por seis, asciende a cuarenta y dos. Dado que cada relación tiene solo dos estados posibles, estar o no activa, las combinaciones posibles se calculan como dos a la cuarenta y dos.

La mente humana queda perpleja ante tamaña explosión de las interacciones. Esta inmensidad de la combinatoria entra en escena incluso cuando, por ejemplo, dos cadenas causales, en principio inteligibles, se cruzan provocando el accidente aristoteliano: el hombre que sale a la calle a comprar cigarrillos y una cornisa que se desprende lo mata. ¿Hasta dónde es predecible la intersección de las dos cadenas causales?

La estructura modular y jerárquica:

Entonces ¿cómo la mente humana, en principio finita, puede comprender, representar y gestionar una situación real, en principio de complejidad infinita, y, para colmo, en un período de tiempo también finito?

Las estructuras lógicas modulares y jerárquicas, como las del lenguaje (palabras, sintagmas y oraciones) y la música (notas, secuencias, tres estructuras jerárquicas), son la respuesta:

“Permiten hacer un uso infinito de medios finitos”

Esta combinación de división del trabajo (o modularidad) con estructuras jerárquicas son también la solución al dilema de las limitaciones planteadas cuando se trata de organizaciones:

  • Varios subprocesos pueden compartir un mismo proceso jerárquico (metaproceso).
  • Un mismo subproceso puede ser aprovechado por más de un proceso jerárquico.
  • Varios empleados pueden compartir un mismo jefe.
  • Una función de apoyo puede servir a más de un proceso de realización de producto.
  • La mirada estratégica y la mirada operativa coexisten en las organizaciones, habitualmente como responsabilidades de personas diferentes y de distintos niveles jerárquicos.

Así, las estructuras jerárquicas, combinadas con la división por especialidades, permiten hacer un uso infinito de los medios finitos de que disponen las organizaciones, en especial de las personas y sus mentes. Y esta es una de las poderosas razones para la existencia de los niveles jerárquicos que reflejan los organigramas.

Responsabilidades y control:

El organigrama, la representación gráfica típica del conjunto de las funciones departamentales cuya característica central es la especialización, asigna responsabilidades definidas a los individuos y, además, estructura el control mediante los niveles jerárquicos. Esto es de fundamental importancia a la luz de los aspectos negativos que caracterizan a la naturaleza humana y que definen otra de las poderosas razones para la existencia de los niveles jerárquicos. Reiterando a Steven Pinker, “el nosotros es un producto imperfecto de la evolución, limitado en conocimiento y sabiduría, tentado por el poder y el estatus, y cegado por el autoengaño y la ilusión de superioridad moral”.

Punto de precisión:

Pero las jerarquías también permiten definir los límites del objeto organizacional al que se está haciendo referencia, permiten acotar el nivel jerárquico foco de la discusión reduciendo drásticamente la complejidad de un problema sin afectar su solución, siempre y cuando se conozcan y tengan en cuenta las leyes que rigen la regulación de los sistemas complejos y probabilísticos. Sobre esta base, se puede establecer un punto de precisión:

“Hasta qué nivel de detalle organizacional deberá tenerse en cuenta en el análisis y discusión de una situación disfuncional particular”

El intercambio de ideas eficaz y eficiente exige compartir un mismo punto de precisión, otro potente reductor de la variedad organizacional. Todo lo que quede por debajo es considerado como cajas negras. Hacia arriba también. Este es el:

“Enfoque de sistema para la gestión”

Notas vinculadas:

Gestión por funciones departamentales

Gestión por procesos