Mucha gente parece pensar que cualquier restricción a las maneras de manifestarse en la vía pública es una violación del derecho de libertad de expresión, aunque estas restricciones se limiten a meras normas de coordinación de las interacciones entre ciudadanos en los espacios públicos.

“La libertad de expresión es un derecho fundamental o un derecho humano, consagrado en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Las constituciones de los sistemas democráticos también lo señalan. De la libertad de expresión deriva la libertad de prensa” (Wikipedia).

Este derecho está regulado mediante leyes y normas, elaboradas racionalmente e implementadas mediante reglas. Estas reglas incluyen las maneras de manifestarse en los espacios públicos y es un deber civil respetar y hacer respetar dichas reglas para sostener el orden elegido democráticamente. Cualquier otra cosa sería un retroceso en el arduo proceso de civilización.

Las personas votan para elegir a sus representantes para que, a su vez, éstos elaboren e instrumenten las reglas deseadas por aquellos, y esta voluntad popular debería ser asumida por todos, la compartan o no. No hacerlo sería antidemocrático y no al revés, como suelen afirmar ciertos discursos.

Así, es esperable que estas regulaciones se alineen con las creencias políticas expresadas por la gente en las elecciones. Por otro lado, las creencias no políticas, como las científicas, el saber práctico validado o los hechos, ya existen cuando se vota, por lo que deberían ser un factor común a todas las creencias políticas.

Definir las maneras posibles de protestar o manifestarse en la vía pública es una decisión política, esto es, no existe una ley natural que las ciencias puedan encontrar y explicitar, no hay solución a priori. Tomar una decisión política significa definir, a partir de las diferentes perspectivas o creencias políticas disponibles, todas válidas e intercambiables entre sí, qué es lo que la sociedad quiere, e instrumentarlo valiéndose de las instituciones democráticas y republicanas.

A decir de muchos científicos, saber diferenciar creencias políticas de creencias no políticas es toda una revolución conceptual.