El fenómeno del cambio

El cambio es un tema de preocupación por estos días en la Argentina, en particular el cambio social. Entender el fenómeno del cambio es esencial para entender la dinámica de la realidad, no sólo de la realidad social sino también la de su predecesora, la realidad biológica.

Las organizaciones humanas son sistemas complejos y probabilísticos en el sentido de no lineales; sus cadenas causales son ininteligibles. Ante una perturbación o fluctuación externa o interna, de cualquier tipo, el sistema no lineal tiene más de una opción como respuesta y quién decide cuál es el azar. Como contrapartida los sistemas simples y deterministas tienen una sola salida posible, permiten la anticipación; sus cadenas causales son inteligibles. Gestionar un sistema no lineal, y como caso particular una organización social, es más ocuparse de las relaciones que de los elementos que lo componen; las primeras son las responsables de la proliferación de variedad (número de estados posibles de un sistema) o avalancha de interacciones, despliegan complejidad espacio – temporal. Qué relaciones se permiten y cuáles no, y con qué criterios, es el núcleo de la gestión. Un sistema no es otra cosa que variedad restringida, no todo tiene que interactuar con todo (estructura por departamentos) y, además, puede hacerse un uso infinito de recursos finitos (estructura jerárquica).

En sistemas no lineales los procesos de cambio involucran tanto fuerzas o factores internos como fuerzas o factores externos.

Entre los factores internos intrínsecos que caracterizan a las organizaciones humanas están las leyes estocásticas, como la normal, binomial, poisson, de potencia, etc., y las leyes que rigen el mundo social con su centro de gravedad en la naturaleza humana, especialmente en la mente humana. Hay recursos cognitivos y emocionales a identificar que hacen el aprender y el cambio posibles, y hay placeres y penurias a reconocer que los hacen deseables.

Entre los factores o anclajes externos construidos ex profeso pueden incluirse las instituciones, las leyes y normas, los mecanismos que facilitan el intercambio de perspectivas, la sofisticación intelectual, el flujo esbelto total de realización y la planificación estratégica, entre otros.

Es importante, además, resaltar las características de calidad que deben reunir los sistemas no lineales: Deben ser robustos, redundantes y reverberativos.

Gestionar un cambio en un sistema no lineal significa definir y construir los factores externos (anclajes) que impulsen a los factores internos, identificados como críticos para el progreso del sistema, en una dirección deseada. Esto permite que emerja el fenómeno de la homeóstasis que se da cuando numerosas partes y propiedades actúan al unísono manteniendo el sistema estable. Entonces las fluctuaciones remiten, los procesos se estabilizan y el azar es controlado. No es posible lograr un cambio actuando directamente sobre efectos no deseados. También parece inviable hacerlo desmenuzando las complejas e ininteligibles redes de cadenas causales en busca de alguna causa raíz.

La identificación de los factores internos críticos exige consensuar previamente una visión de progreso del sistema: “Hay progreso cuando sucede tal cosa”. Establecidos la visión y los factores internos críticos es posible identificar los anclajes a imponer desde el exterior que impulsen al sistema hacia el estado deseado.

Es mandatorio que todos los factores internos críticos sean fijados secuencialmente mediante los anclajes externos. La necesidad del secuenciado se relaciona con develar los obstáculos no anticipables de uno en uno para no crear un ruido ininteligible. No es posible definir qué hacer, hay que descubrir qué hacer. Una vez finalizado el proceso de anclaje el sistema evolucionará hacia el nuevo estado estacionario deseado. Un estado estacionario es aquel en el que las variables macro del sistema se hacen independientes del tiempo, se estabilizan aunque solo provisionalmente. No hacerlo significaría intentar violar un rasgo abstracto de la realidad y por lo tanto condenar el cambio al fracaso. La realidad es crudamente inflexible.

Ese rasgo, explicitado y explicado por la teoría de los juegos, es lo que se conoce como “juego de suma positiva”: Es un escenario en el que todos los factores internos críticos tienen opciones capaces de mejorar la suerte de todos al mismo tiempo.

El estado estacionario alcanzado es provisional, no eterno, lo que obliga a su continuo monitoreo a fin de detectar fluctuaciones que se resisten a remitir. Entonces el proceso de cambio deberá reiniciarse en busca de un nuevo estado estacionario.