A los efectos de concretizar los conceptos abstractos del fenómeno del cambio de la nota 1 se propone, con una intención exclusivamente docente, ensayar una evaluación de lo que está sucediendo en la Argentina en relación con este tema. El ensayo se sustenta en el conocimiento y la percepción de la realidad por parte de quién escribe.

El puntapié inicial de un proceso de cambio es definir una visión de progreso del sistema, en este caso de la República Argentina.

Una opción es la visión economicista hoy sostenida por el oficialismo: “Hay progreso cuando crece la economía”. Es una visión que lleva implícita una  fuerte orientación al mercado.

Una opción alternativa, más humanista, sería: “Hay progreso cuando mejora el bienestar general de las personas y se incrementa su autonomía”. Es una visión  orientada hacia la vida; sus metas máximas serían educación, salud, seguridad y vejez.

El núcleo central de la cuestión es que diferentes visiones llevan a perspectivas diferentes sobre cuáles serían los factores críticos más relevantes para el progreso y, en consecuencia, impulsan diferentes políticas públicas como anclajes.

El camino “hay progreso cuando crece la economía” lleva a que los factores internos críticos para el progreso que emergen con naturalidad sean los ya instalados déficit fiscal, estabilidad del tipo de cambio, inflación y deuda pública, y que los anclajes se restrinjan a objetivos directos que impulsen su reducción. Estos factores macroeconómicos deberían ser considerados restricciones a respetar y no fines en sí mismos.

El camino “hay progreso cuando mejora el bienestar general de las personas y se incrementa su autonomía” le abriría la puerta a factores internos críticos de tinte más humanista. Éstos deberían surgir de los procesos de planificación estratégica realizados por la sociedad a través de los partidos políticos al definir sus plataformas. En una aproximación, defendible, a la realidad actual de Argentina se pueden proponer los siguientes factores críticos: Pobreza, desigualdad social, capital social (grado de internalización de las normas sociales), resentimiento (combinación tóxica de nacionalismo y narcisismo que caracteriza a los argentinos y explica la corrupción), sofisticación intelectual y competitividad.

Todos son factores internos de magnitud considerable y, en general, se caracterizan por ser antagónicos al pretendido crecimiento económico. Los efectos comprobables causados por estos factores críticos son: La pobreza lleva a que las personas cometan errores y tomen decisiones equivocadas con más frecuencia; con desigualdad social se pierden oportunidades, al tener un entramado social menos flexible, y aumentan las tensiones sociales; con un capital social magro la gobernabilidad se ve comprometida y las regulaciones y los controles nunca son suficientes; con resentimiento social generalizado se propaga la percepción de un estado de derecho incierto que pronostica corrupción; la sofisticación intelectual pobre tiene una correlación positiva significativa con poca cooperación y mucha violencia; una competitividad por debajo de los estándares mundiales es causa primigenia de la inflación.

Como se desprende de la explicitación de sus efectos, los factores críticos son fuerzas internas antagónicas al pretendido crecimiento económico. Ignorarlos o pretender que el mercado los contenga es apostar al fracaso, lo que ocurre cuando prevalecen los criterios economicistas por sobre los derechos humanos básicos. La pobreza y la desigualdad social crecerán sostenidamente con el riesgo de volver a caer en una sociedad marcadamente rentista[1]. Los réditos del capital (valores, inmuebles y máquinas) han más que duplicado al crecimiento económico durante cientos de años[2], por lo que, en una sociedad rentista, la riqueza crece cada vez más concentrada ampliando la desigualdad social. Junto con la riqueza también crecieron las virtudes de la tecnología, con sus efectos positivos en cuanto a la reducción del tiempo para producir un bien, lo que lo hace mucho más barato, y sus efectos negativos en cuanto a la eliminación y la no creación de empleos. En los países desarrollados europeos, la tierra de la abundancia en palabras de Rutger Bregman, se ha verificado que cuánto más rica es una sociedad menos eficaz es el mercado laboral en la distribución de la riqueza. En ellos el capitalismo alcanzó un límite y salvarlo exige ideas alternativas que permitan superar ese límite, incluso si éstas ideas son aún utopías.

Para ello, según Rutger Bregman, las políticas públicas deberían apuntar a una redistribución masiva de la riqueza acumulada: Redistribución de los ingresos, del tiempo, del empleo y de los robots, complementadas con el incremento de la sofisticación intelectual y de la competitividad de la sociedad.

Bregman propone redistribuir los ingresos implantando una renta básica universal; redistribuir el tiempo implantando una jornada laboral más corta; redistribuir el empleo implantando impuestos al capital y no al trabajo; redistribuir los robots implantando una automatización generalizada.

También a incrementar la sofisticación intelectual con educación complementada con sensibilización y, finalmente, incrementar la competitividad con flujos esbeltos y normas internacionales.

El conjunto de políticas públicas debería ser el adecuado para anclar el conjunto de factores internos críticos mencionado más arriba de manera de salir airosos en el juego de suma positiva.

«De una maraña de correlaciones salta a una explicación de causa única»

Enlightment now; S. Pinker pg. 100

[1] Utopía para realistas, Rutger Bregman, Ediciones Salamandra 2017

[2] Utopía para realistas, Rutger Bregman, Ediciones Salamandra 2017