El estado de derecho incierto

En un experimento reciente, los economistas Benedeikt Herrmann, Christian Thöni y Simon Gächter hicieron que estudiantes de dieciséis países participaran en una versión del dilema del prisionero, llamado el juego de los bienes públicos. En este juego los participantes aportan dinero a un fondo que luego los organizadores duplican y distribuyen entre todos los participantes por partes iguales, teniendo éstos últimos la posibilidad o no de castigarse entre sí. El resultado óptimo para el grupo es que cada participante aporte lo máximo posible, en cambio, el resultado óptimo para el  individuo es amarretear su aporte sacando provecho a costa del resto. En este último caso, el resultado es que las contribuciones disminuirán gradualmente hasta llegar a cero. El grupo pierde. Pero si los participantes tienen la posibilidad de vengarse castigando a los abusadores, estos últimos tendrían la posibilidad de arrepentirse y mejorar sus aportes. El grupo gana, todos ganan al mismo tiempo.

En el caso particular de este experimento, con jugadores de muchos países del mundo, los resultados fueron muy llamativos. En algunos países muchos participantes castigaban más a los buenos contribuyentes que a los abusadores, empujando, con sus acciones de resentimiento aparentemente motivadas por un exceso de venganza, a que todos terminen siendo abusadores. Además estos jugadores antisociales cuando eran castigados, en lugar de incrementar sus aportes en la siguiente ronda, castigaban a su vez a sus castigadores, que solían ser los buenos contribuyentes. En este experimento los jugadores antisociales mencionados pertenecían a Rusia, Ucrania, Grecia, Arabia Saudita y Omán. En cambio, los abusadores que sí se arrepentían y entonces mejoraban sus contribuciones pertenecían a Europa Occidental, Australia, China y Estados Unidos.

¿Qué distingue a estos dos grupos de países?

Los investigadores realizaron estudios de regresión múltiple usando un conjunto de rasgos de los diferentes países, tomados de estadísticas económicas y de estudios internacionales. “El resultado fue que un importante pronosticador del exceso de venganza que motivaba a los abusadores eran las normas cívicas: una medida del grado en que la gente cree que está bien hacer trampas con los impuestos, reclamar prestaciones a las que no se tiene derecho o eludir a los cobradores en el tren. Los científicos sociales creen que las normas cívicas constituyen gran parte del capital social de un país, más importante para su prosperidad que sus recursos físicos”.

¿De dónde provienen las normas cívicas?

El Banco Mundial asigna a los países una puntuación denominada estado de derecho, que “refleja hasta qué punto se pueden hacer valer los contratos privados en tribunales, si existe la percepción de un sistema judicial justo, cuál es la importancia del mercado negro y del crimen organizado, cuál la calidad de la policía y qué probabilidad hay de crimen y violencia”[1].

En el experimento el estado de derecho pronosticaba considerablemente el grado en que los ciudadanos se permitían la venganza antisocial: “las personas de los países con un estado de derecho incierto eran vengativas de una manera más destructiva”. Sus acciones eran de resentimiento: “castigan a los donantes generosos más que a los tacaños (malos contribuyentes) y cuando son castigados, no se arrepienten, arremeten con más resentimiento”. Son castigadores antisociales, en el sentido de perjudicar a la sociedad decente.

El fenómeno del resentimiento en la raíz de la corrupción y la coima

El resentimiento es una combinación tóxica de nacionalismo y narcisismo que puede observarse en la Rusia de hoy, en el fundamentalismo islámico y también en la Alemania nazi de otrora.

A decir de Steven Pinker “el nacionalismo se puede entender como una interacción entre la psicología y la historia. Es el resultado de la soldadura de tres elementos: el impulso irracional del tribalismo; una concepción cognitiva del grupo como pueblo que comparte lengua, territorio y antepasados; y el aparato político del gobierno”.

El nacionalismo no siempre es algo preocupante, pero si se combina con el narcisismo, el equivalente social del narcisismo individual psiquiátrico (carencia de empatía, necesidad de admiración y fantasías de éxito, poder, bondad y brillantez sin límite), las cosas se complican. El resultado de esta combinación es lo que los científicos políticos denominan resentimiento y lo definen como “la convicción de que la nación o civilización de uno tiene un derecho histórico a la grandeza pese a su estatus modesto, lo que solo se puede explicar recurriendo a la malevolencia de un enemigo interno o externo”. El resentimiento parece ser motivado por un deseo de venganza excesivo y dispara “las emociones de dominación frustrada a las que son propensos los narcisistas: humillación, envidia y furia”.

Hipótesis

¿Qué resultado hubieran obtenido en este experimento jugadores argentinos? Imagino que probablemente hubiera salido a la luz el resentimiento. En Argentina ¿acaso no padecemos mayormente la combinación tóxica nacionalismo -narcisismo?

A algunas pruebas me remito:

Susana Malcorra[2]: “los argentinos tenemos una obsesión por ver a todos girando alrededor nuestro”.

Decir de los políticos en general: “…el país que nos merecemos”.

Enrique Valiente Noailles[3]: “Messi, un conjuro contra la frustración argentina: al crack se lo ha acusado de escatimar esfuerzos y no dar todo lo que puede, características que podrían aplicarse al país que lo juzga y que, creyéndose predestinado al éxito, no puede soportar la derrota”.

Chiste popular global: “el brillante negocio de comprar un argentino por lo que vale y venderlo por lo que cree que vale”.

¿Acaso la gente no cree que está bien hacer trampas con los impuestos, reclamar prestaciones a las que no se tiene derecho o eludir a los cobradores en el tren?

Un atolladero para las empresas

Una empresa es un elemento más dentro de un sistema socio-económico muy complejo que el empresario no puede controlar directamente. En su nivel o plano jerárquico de operaciones, las coimas son parte de las reglas de juego impuestas por un gobierno corrupto (un “gobierno de mierda” en una sociedad con resentimiento) parado en un nivel jerárquico superior[4]. Reglas que parecen insalvables para el empresario si aspira a la supervivencia, al menos en el mediano plazo. El martirio aislado del empresario utópico y terco por no entender en qué nivel jerárquico se está moviendo parece inconducente. O todos optan por abandonar las malas prácticas al mismo tiempo o nadie lo hace.

¿Cómo podría ser una salida de este atolladero?

Podemos abordar el incómodo y no ético problema de coimas y funcionarios corruptos, instalado como práctica habitual, adoptando simultáneamente dos posturas, cada una asociada a uno de los niveles jerárquicos mencionados: el del empresario, y el superior del sistema en el que éste opera regulado mayormente por el estado.

Postura operativa utilitaria (de supervivencia):

Asumir que las afirmaciones como la gente cree que está bien hacer trampas con los impuestos, reclamar prestaciones a las que no se tiene derecho o eludir a los cobradores en el tren (normas cívicas instaladas) son, en el escenario actual y en el nivel jerárquico de operaciones del empresario, provisionalmente verdaderas, y evitar el martirio o suicidio inconducente.

(No creo que todos los valores sean necesariamente sagrados en todos los niveles jerárquicos que conforman el entramado social, a veces, en alguno de ellos y en determinado momento de la historia, podrían ser solo pseudo-sagrados, lo que nos permitiría seguir temporalmente con nuestros asuntos).

Postura ética estratégica (de no conformidad con las normas indecentes vigentes, y de imposición de  cambios):

A la luz de un escenario futuro decente, asumir el firme compromiso de revisar las políticas corporativas sobre el tema.

En caso contrario, promover el cambio en el nivel jerárquico superior (sistema imperante) a través de la introspección y la reflexión,  del debate con otros empresarios en cámaras, congresos, exposiciones, o simplemente privadas, auspiciando investigaciones y estudios sobre el tema, de la presencia activa en partidos políticos, y, fundamentalmente, instalándolo en la educación en busca de una ciudadanía más sofisticada intelectualmente que sea capaz de entender lo que nos pasa y, a la larga, lograr que las normas cívicas decentes se plasmen como una segunda naturaleza.

Esta doble postura quizás tenga algún paralelo con la ética de Max Weber, responsabilidad versus principios:

Votar con responsabilidad (utilitario): evitar un mal mayor.

Votar por principios (convicción): cuando el riesgo de un gran mal es bajo.

Por último, un eufemismo al que las empresas podrían recurrir para referirse a las coimas en la Argentina sin sonrojarse demasiado sería “contribuciones informales”.

[1] Todos los pasajes entre comillas fueron tomados textualmente del libro “Los ángeles que llevamos dentro” de Steven Pinker, 2012, PAIDÓS.

[2] Susana Malcorra, canciller de Argentina.

[3] Enrique Valiente Noallies, periodista de La Nación.

[4] Adrián Werthein, líder del Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp:) «Somos hijos de tiempos en que el apego a la ley no estaba sobre nuestro escenario. Muchos de los ministros del gobierno anterior no tuvieron apego a la ley. Más que currículum, tienen prontuarios. Debimos haber sido menos permisivos. A veces fuimos permisivos, a veces indolentes y a veces, conniventes».

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